Gernika, el horror, Pablo Picasso
Cada vez que voy a Madrid, tengo una cita impostergable: ir al museo Reina Sofía y detenerme frente al imponente Gernika de Pablo Picasso. Suelo quedarme un buen rato, observándolo, fijando mi mirada en cada detalle, encontrando normalmente uno nuevo. Siempre me alejo con el corazón estrujado y los ojos al borde del llanto. Vergüenza de ser humana, eso es lo que siento. Luego, una vez que me adapto a la luz exterior, agradezco a Picasso haber inmortalizado, al menos una ínfima parte, del horror cometido por los nazis.
Cada vez que voy a Madrid, tengo una cita impostergable, presentarle mis respetos al Gernika, y revivir la memoria de los crímenes nazis. Para no olvidarme jamás que si una vez sucedió, puede volver a pasar.
Porque fue a partir del bárbaro ataque aéreo a Gernika, que el mundo empezó a darse cuenta de lo que era capaz el nazismo y sus aliados Mussolini y Franco. Aunque, es bien sabido, aún no había sucedido lo peor, lo que ninguna mente sana era, es o será capaz de concebir. Es interesante que Franco haya muerto sin admitir su responsabilidad en la masacre del pueblo vasco.
El 28 de abril de 1937, The Times y The New York Times abrían sus ediciones con el titular: "La tragedia de Gernika, ciudad destruida en ataque aéreo. Relato de un testigo ocular". El joven reportero británico, George Lowther Steer, fue el autor de la nota (“Crónica desde Gernika, George Steer, corresponsal de guerra2, Nicholas Rankin, Siglo XXI Editores argentinos). El mundo recién empezaba a abrir los ojos frente a hechos que hasta un ciego podía ver, pero que aún hoy, hay quiénes niegan.
Cada vez que voy a Madrid, tengo una cita impostergable, presentarle mis respetos al Gernika, y revivir la memoria de los crímenes nazis. Para no olvidarme jamás que si una vez sucedió, puede volver a pasar.
Porque fue a partir del bárbaro ataque aéreo a Gernika, que el mundo empezó a darse cuenta de lo que era capaz el nazismo y sus aliados Mussolini y Franco. Aunque, es bien sabido, aún no había sucedido lo peor, lo que ninguna mente sana era, es o será capaz de concebir. Es interesante que Franco haya muerto sin admitir su responsabilidad en la masacre del pueblo vasco.
El 28 de abril de 1937, The Times y The New York Times abrían sus ediciones con el titular: "La tragedia de Gernika, ciudad destruida en ataque aéreo. Relato de un testigo ocular". El joven reportero británico, George Lowther Steer, fue el autor de la nota (“Crónica desde Gernika, George Steer, corresponsal de guerra2, Nicholas Rankin, Siglo XXI Editores argentinos). El mundo recién empezaba a abrir los ojos frente a hechos que hasta un ciego podía ver, pero que aún hoy, hay quiénes niegan.
Se eligió un jueves, día de feria, con todo el pueblo en las calles. Fue el 26 de abril de 1937, en plena Guerra Civil Española, tres semanas después del ataque alemán a la vecina ciudad vasca de Durango. Se cumplen setenta años del horror. Recuperemos la memoria. O no la perdamos nunca. El universo humano está integrado por hombres de la talla de Picasso, que inmortalizaron la barbarie de Gernika. Y de reporteros como George Steer, que informan sin casarse con nadie, pagando muchas veces con su vida la opción de decir la verdad de los hechos. Pero también Hitlers, Mussolinis y Francos. Es esta lección la que tenemos que aprender. Es esto lo que no debemos olvidar.