Para robarle una sonrisa a E., que ha perdido la fe en el ser humano
Brevísima historia del tango
Montevideo, ciudad besada por nuestro Río de la Plata (tan ancho como mar) fue, como nuestra hermana-enemiga Buenos Aires, cuna del tango. Es que el Río de la Plata une mucho más que lo que la mayoría de los uruguayos deseáramos, pues si nos toman desprevenidos, a la hora del balance primario, nueve a uno, pesa más la estupidez de los programas televisivos, de su cumbia villera, de su jet set, de su vivir mostrándose para afuera aunque no tengan qué comer, que el invaluable aporte argentino a la cultura universal (todos lo sabemos, ¿qué podría decirles que ustedes no sepan, si Borges, Cortázar o Piazzolla surgen solos, sin necesidad de pensar nada?).
El tango no ha sido la causa de la idiosincrasia que nos caracteriza a los habitantes de ambas ciudades portuarias (Montevideo y su majestad la Reina del plata), sino su consecuencia. Compartimos una historia común de desavenencias sufridas desde que los recién llegados inmigrantes (españoles, italianos, y europeos en general), se amontonaron en casuchas cercanas a los puertos, donde el hambre y la mugre, los sueños destruidos por la realidad y la nostalgia por las tierras que habían dejado, fueron marcando un perfil del que ya no pudimos escapar.
La música, acompañaba las veladas después de las largas jornadas laborales. Los blancos, escuchaban y bailaban habaneras, polkas, mazurcas y algún que otro vals, mientras que los negros esclavos se movían al ritmo del candombe, danza en la que la pareja no se enlazaba siguiendo los ritmos marcados más por la percusión que por la melodía.
Se encuentra a fines del siglo XIX (por el 1800) el nacimiento del tango, que no se produjo de un día para otro, sino que fue parte de un proceso, iniciándose como una nueva manera de bailar.
Los pobladores, ejecutaban la música con los instrumentos que tenían a mano, es decir, violín, flauta y guitarra. Incluso, usaban el peine, convertido en instrumento de viento, gracias a la ayuda de un papel de armar cigarrillos que, en manos de un experto soplador, servía para marcar el ritmo. El mítico bandoneón, es necesario aclarar, no llega al tango hasta un par de décadas después de su nacimiento, en 1900 aproximadamente, en las valijas de los inmigrantes alemanes, y poco a poco, sustituye a la flauta.
Con esos instrumentos reproducían melodías conocidas, que fueron bailándose primero en los tugurios o cuchitriles que rodeaban los puertos, cuna de prostíbulos. Ambiente de mala muerte, por cierto. Por eso, las primeras mujeres que bailaban esta nueva danza no eran damas de la sociedad criolla (que seguían dale que te dale con las mazurcas) sino las desgraciadas camareras y prostitutas, únicas representantes de mi género que frecuentaban esos perigundines. Y como las chicas eran expertas (o intentaban serlo) en las bondades del físico, el nuevo baile nació provocador, cercano, explícito. Es decir, opuesto a lo que la sociedad aceptaba…
Las primeras letras de los tangos no eran santas, como se imaginarán, sino más bien son obscenas, con títulos dejan lugar a pocas dudas: "Dos sin sacarla", "Qué polvo con tanto viento", "Con qué tropieza que no dentra", "Siete pulgadas", “Vaselina en punta”, “Mordeme la oreja izquierda”, “El 69” “Metele fierro hasta el fondo”... Incluso el famoso "El Choclo", que literalmente significa mazorca de maíz, en sentido figurado y vulgar, equivale al castellano "chocho" o "coño"...
Tal vez ahora, las letras de esos tangos denominados “prostibularios”, solamente nos hagan reír un poco. Sin embargo, si intentamos viajar hasta finales del Siglo XIX, no dudaremos en definirlas como escandalosas. Así que, retrocedamos en el tiempo y leamos, “Por salir con una piba / que era muy dicharachera, / me han quedado las orejas / como flor de regadera” ...(en realidad, no era “salir” lo que lo el mozo hacía con la piba, sino más bien lo contrario, ...y lo que quedó como flor de regadera.. tampoco fueron sus orejas…).
Musicalmente, el tango se conoce como de «dos por cuatro», o sea en compás de dos cuartos (2/4), pero en realidad la mayoría de los tangos están en compás de cuatro cuartos (4/4), y el nombre, se supone, surge despectivamente del “tangó”, que eran las reuniones de música y danza de negros.
Las letras van tiñéndose de la idiosincrasia de la que surgen, y entonces el tango, que sigue bailándose sensualmente, comienza a ser tan triste y desgarrador, que cuesta creer que la pareja logre encontrar en esas letras un ambiente propicio para un encuentro sin duda, erótico. Pero lo logra.
Vaya uno a saber porqué, el tango tan rechazado en el Río de la Plata, se apodera de los salones europeos a principios del siglo XX. Uno de los tantos misterios de este mundo, sin duda alguna.
A pesar que hay tangos con letras picarescas, la inmensa mayoría son grises como las madrugadas de las ciudades portuarias donde nació, inmersas en la niebla marítima, desbordantes de la nostalgia por el pasado, la perdida juventud, el amor que un día se sintió, la madre… Los malevos, personajes tangueros por excelencia, temidos en los barrios de mala muerte que frecuentan por su valentía y su andar, facón en mano, listo para empuñar contra quién sea, lloran a la viejecita y a la mina (mujer), tanto pebeta (muchacha) como percanta (mujer de quinta categoría, pero de la que se enamoraban hasta los huesos). De la mina se enamoran, pero los abandona, yéndose casi siempre detrás de un hombre rico. Y se llora, si señores y señoras, se llora mucho. Los malevos, tan valientes, derraman lágrimas como niños, encontrando refugio normalmente en los amigos (aunque la mayoría ya se hayan ido), en el cafetín o boliche, en el barrio (pese a que ya no sea el mismo que antaño) y, obvio, en el recuerdo de un viejo amor. Se llora con lágrimas o con despecho, con dolor o con rencor, por lo que los tangos deben ser escuchados y no leídos, y hay cantantes que mejor interpretan un tema que otro. Casi todas las letras de tango tienen términos lunfardos rioplatenses, muchos de los cuales seguimos usando en nuestro cotidiano lenguaje, y del que nos sentimos orgullosos, porque nos identifican.
El tango es triste, gris y nostálgico hasta límites insospechados. Lo mismo que el blues y el jazz. Basta pensar dónde y en qué ambientes surgen los tres géneros musicales, para que no nos quede la menor duda que los más sufrientes y desprotegidos de la sociedad encuentran en la música su forma de expresar ese dolor tan antiguo como desconsolado, que se termina adueñando de la forma de ser de esa sociedad, y que después resulta imposible erradicar.
Sin embargo, el tango como danza es una maravillosa muestra de erotismo y sensualidad, por eso es tan difícil bailarlo. Se pueden aprender “pasos” básicos, y algo más, pero si no se entrega el alma, y si no existe comunión entre la pareja, el resultado es una serie de técnicas ejemplares, pero nada más. Nada tiene el tango que ver con las piruetas y acrobacias que se exportan al mundo. El tango mejor bailado, el verdadero, se encuentra en los barrios de Montevideo y Buenos Aires, ejecutado por personas comunes y corrientes, y en algunos (pocos) espectáculos para turistas, en los que no se pierde la esencia ni la magia de la danza.
Próxima entrega El humor en el tango. Como adelanto, van estas letras y músicas. El lunfardo es una constante, recuerden usar el diccionario.
Esta noche me emborracho (1928)
…¡Y pensar que hace diez años,
Brevísima historia del tango
Montevideo, ciudad besada por nuestro Río de la Plata (tan ancho como mar) fue, como nuestra hermana-enemiga Buenos Aires, cuna del tango. Es que el Río de la Plata une mucho más que lo que la mayoría de los uruguayos deseáramos, pues si nos toman desprevenidos, a la hora del balance primario, nueve a uno, pesa más la estupidez de los programas televisivos, de su cumbia villera, de su jet set, de su vivir mostrándose para afuera aunque no tengan qué comer, que el invaluable aporte argentino a la cultura universal (todos lo sabemos, ¿qué podría decirles que ustedes no sepan, si Borges, Cortázar o Piazzolla surgen solos, sin necesidad de pensar nada?).
El tango no ha sido la causa de la idiosincrasia que nos caracteriza a los habitantes de ambas ciudades portuarias (Montevideo y su majestad la Reina del plata), sino su consecuencia. Compartimos una historia común de desavenencias sufridas desde que los recién llegados inmigrantes (españoles, italianos, y europeos en general), se amontonaron en casuchas cercanas a los puertos, donde el hambre y la mugre, los sueños destruidos por la realidad y la nostalgia por las tierras que habían dejado, fueron marcando un perfil del que ya no pudimos escapar.
La música, acompañaba las veladas después de las largas jornadas laborales. Los blancos, escuchaban y bailaban habaneras, polkas, mazurcas y algún que otro vals, mientras que los negros esclavos se movían al ritmo del candombe, danza en la que la pareja no se enlazaba siguiendo los ritmos marcados más por la percusión que por la melodía.
Se encuentra a fines del siglo XIX (por el 1800) el nacimiento del tango, que no se produjo de un día para otro, sino que fue parte de un proceso, iniciándose como una nueva manera de bailar.
Los pobladores, ejecutaban la música con los instrumentos que tenían a mano, es decir, violín, flauta y guitarra. Incluso, usaban el peine, convertido en instrumento de viento, gracias a la ayuda de un papel de armar cigarrillos que, en manos de un experto soplador, servía para marcar el ritmo. El mítico bandoneón, es necesario aclarar, no llega al tango hasta un par de décadas después de su nacimiento, en 1900 aproximadamente, en las valijas de los inmigrantes alemanes, y poco a poco, sustituye a la flauta.
Con esos instrumentos reproducían melodías conocidas, que fueron bailándose primero en los tugurios o cuchitriles que rodeaban los puertos, cuna de prostíbulos. Ambiente de mala muerte, por cierto. Por eso, las primeras mujeres que bailaban esta nueva danza no eran damas de la sociedad criolla (que seguían dale que te dale con las mazurcas) sino las desgraciadas camareras y prostitutas, únicas representantes de mi género que frecuentaban esos perigundines. Y como las chicas eran expertas (o intentaban serlo) en las bondades del físico, el nuevo baile nació provocador, cercano, explícito. Es decir, opuesto a lo que la sociedad aceptaba…
Las primeras letras de los tangos no eran santas, como se imaginarán, sino más bien son obscenas, con títulos dejan lugar a pocas dudas: "Dos sin sacarla", "Qué polvo con tanto viento", "Con qué tropieza que no dentra", "Siete pulgadas", “Vaselina en punta”, “Mordeme la oreja izquierda”, “El 69” “Metele fierro hasta el fondo”... Incluso el famoso "El Choclo", que literalmente significa mazorca de maíz, en sentido figurado y vulgar, equivale al castellano "chocho" o "coño"...
Tal vez ahora, las letras de esos tangos denominados “prostibularios”, solamente nos hagan reír un poco. Sin embargo, si intentamos viajar hasta finales del Siglo XIX, no dudaremos en definirlas como escandalosas. Así que, retrocedamos en el tiempo y leamos, “Por salir con una piba / que era muy dicharachera, / me han quedado las orejas / como flor de regadera” ...(en realidad, no era “salir” lo que lo el mozo hacía con la piba, sino más bien lo contrario, ...y lo que quedó como flor de regadera.. tampoco fueron sus orejas…).
Musicalmente, el tango se conoce como de «dos por cuatro», o sea en compás de dos cuartos (2/4), pero en realidad la mayoría de los tangos están en compás de cuatro cuartos (4/4), y el nombre, se supone, surge despectivamente del “tangó”, que eran las reuniones de música y danza de negros.
Las letras van tiñéndose de la idiosincrasia de la que surgen, y entonces el tango, que sigue bailándose sensualmente, comienza a ser tan triste y desgarrador, que cuesta creer que la pareja logre encontrar en esas letras un ambiente propicio para un encuentro sin duda, erótico. Pero lo logra.
Vaya uno a saber porqué, el tango tan rechazado en el Río de la Plata, se apodera de los salones europeos a principios del siglo XX. Uno de los tantos misterios de este mundo, sin duda alguna.
A pesar que hay tangos con letras picarescas, la inmensa mayoría son grises como las madrugadas de las ciudades portuarias donde nació, inmersas en la niebla marítima, desbordantes de la nostalgia por el pasado, la perdida juventud, el amor que un día se sintió, la madre… Los malevos, personajes tangueros por excelencia, temidos en los barrios de mala muerte que frecuentan por su valentía y su andar, facón en mano, listo para empuñar contra quién sea, lloran a la viejecita y a la mina (mujer), tanto pebeta (muchacha) como percanta (mujer de quinta categoría, pero de la que se enamoraban hasta los huesos). De la mina se enamoran, pero los abandona, yéndose casi siempre detrás de un hombre rico. Y se llora, si señores y señoras, se llora mucho. Los malevos, tan valientes, derraman lágrimas como niños, encontrando refugio normalmente en los amigos (aunque la mayoría ya se hayan ido), en el cafetín o boliche, en el barrio (pese a que ya no sea el mismo que antaño) y, obvio, en el recuerdo de un viejo amor. Se llora con lágrimas o con despecho, con dolor o con rencor, por lo que los tangos deben ser escuchados y no leídos, y hay cantantes que mejor interpretan un tema que otro. Casi todas las letras de tango tienen términos lunfardos rioplatenses, muchos de los cuales seguimos usando en nuestro cotidiano lenguaje, y del que nos sentimos orgullosos, porque nos identifican.
El tango es triste, gris y nostálgico hasta límites insospechados. Lo mismo que el blues y el jazz. Basta pensar dónde y en qué ambientes surgen los tres géneros musicales, para que no nos quede la menor duda que los más sufrientes y desprotegidos de la sociedad encuentran en la música su forma de expresar ese dolor tan antiguo como desconsolado, que se termina adueñando de la forma de ser de esa sociedad, y que después resulta imposible erradicar.
Sin embargo, el tango como danza es una maravillosa muestra de erotismo y sensualidad, por eso es tan difícil bailarlo. Se pueden aprender “pasos” básicos, y algo más, pero si no se entrega el alma, y si no existe comunión entre la pareja, el resultado es una serie de técnicas ejemplares, pero nada más. Nada tiene el tango que ver con las piruetas y acrobacias que se exportan al mundo. El tango mejor bailado, el verdadero, se encuentra en los barrios de Montevideo y Buenos Aires, ejecutado por personas comunes y corrientes, y en algunos (pocos) espectáculos para turistas, en los que no se pierde la esencia ni la magia de la danza.
Próxima entrega El humor en el tango. Como adelanto, van estas letras y músicas. El lunfardo es una constante, recuerden usar el diccionario.
Esta noche me emborracho (1928)
…¡Y pensar que hace diez años,
fue mi locura!
¡Que llegué hasta la traición
por su hermosura!
Que esto que hoy es un cascajo
fue la dulce metedura
donde yo perdí el honor;
que chiflao por su belleza
le quité el pan a la vieja,
me hice ruin y pechador.
Que quedé sin un amigo,
que viví de mala fe,
que me tuvo de rodillas,
sin moral,
hecho un mendigo,
cuando se fue
…Durante la semana, meta al laburo
y el sabado a la noche sos un doctor...
Te encajas las polainas y el cuello duro,
y te venis al centro de rompedor.
Garufa!
Pucha que sos divertido.
Garufa!
vos sos un caso perdido.
Tu vieja...
dice que sos un bandido
porque supo que te vieron,
la otra nocheen el Parque Japones...
El que atrasó el reloj (1933)
…¿Querés qué me deschave
y diga quién sos vos?
Vos sos, che, vagoneta,
el que atrasó el reloj...
¿Con qué herramienta te ganás la vida?
¿Con qué ventaja te ponés mis ropas?
Ya se acabó el reparto e' salvavidas,
cachá esta onda, se acabó la sopa…