miércoles, agosto 13, 2008

Esta noche, estrella. Mañana, mariposa en mi ventana

Esta tarde, soleada, azul e invernal, Maedi se convirtió en viento, en destello de diamantes, en reflejos de luz, en semilla , en lluvia benévola.


Se volvió mariposa en la cama de su casa de Montevideo, ciudad que la recibió en 1937, cuando aún no había cumplido sus trece años, y los nazis sembraban sangre y cenizas en Europa.


Desde hoy es brisa y es todas y cada una de las estrellas que cubren este cielo de agosto, y los cielos de los doce meses del años, para la eternidad infinita, del hemisferio sur y también del norte, el de su Berlín natal.


Mi padre, que me enseñó la importancia de los ritos y el respeto hacia todas las creencias, se decepcionará de mí porque no acepto que Maedi, ni él, ni ninguno de los seres queridos, los que dejan huellas indelebles en mi existencia, se marchen así como así, aunque sea a un lugar mejor que este planeta.


Abrazando el dolor de sus hijas, de sus nietas y del hijo que una de sus hijas le regaló, con un nudo en la garganta y una tristeza que se me quedó clavada en la mitad del pecho desde que sonó el teléfono unas horas atrás, elijo que se quede acá, en los billones de estrellas que iluminan esta noche, en la mariposa que mañana temprano se posará en mi ventana.


Bendito es el Juez Verdadero, es la frase que se pronuncia cuando se recibe la noticia que un ser amado judío abandonó este mundo. Las dije, pero Maedi no se fue. Colocan una piedra sobre la tumba del ser querido. Pero cuando mañana de tarde cumpla con la tradición, Maedi no estará allí.



No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no duermo.
Soy un millar de vientos que soplan y sostienen
las alas de los pájaros.
Soy el destello del diamante sobre la nieve.
Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro,
soy la semilla y la lluvia benévola de otoño.
Cuando despiertas en la quietud de la mañana,
soy la mariposa que viene a tu ventana.
Soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo.
Soy las estrellas que brillan en la noche.
No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no he muerto.

Poema Cherokee