...Tango que me hiciste mal
y que sin embargo quiero,
porque sos el mensajero
del alma del arrabal...
P. Maroni
¿Qué puedo decir del tango que no se haya dicho? Poco, más bien nada. Sin embargo, siempre es posible homenajearlo, analizándolo un poco más, ya que, siendo la música típica del Río de la Plata, ha hecho furor en el mundo entero, a veces paseándose en forma totalmente desvirtuada, sobre todo en lo que se refiere a la danza...
Hace unos cuantos años, en un congreso celebrado en Málaga, quisieron homenajear al presidente del evento (argentino él) con tango. Yo hubiese esperado algo local, pero no. Apareció una pareja de jóvenes, él totalmente vestido de negro, y ella de rojo sangre, falda a las rodillas y un tajo capaz de dejar bizco a cualquier hombre, al dejar al descubierto algo más que unas medias negras caladas. De pronto, sonaron los primeros acordes, y la pareja comenzó a hacer una serie de acrobacias que nada tenían que ver con el tango, sino más bien con Le cirque du soleil. La verdad es que todos quedaron encantados, incluyendo al presidente del congreso, que, como la bailarina lo invitó a danzar una pieza, estaba como idiota, ya que debería hacer siglos que ninguna mujer apretaba tan bellos senos contra su pecho. Pero a mi casi me da un ataque.
Una vez que la morocha vestida de rojo se retiró de escena, la seguí para preguntarle porqué bailaba así, haciendo creer a los demás que esas piruetas eran tango. Su respuesta fue contundente: Soy argentina, vine a España a hacer guita (dinero) ganarme el pan, y bailo el tango que se vende. Y después, me contó su historia, la misma repetida (con mínimas variaciones) de cada uno de los migrantes que esta América envía al mundo. La escuché con mucho respeto, aunque sostuve mi posición respecto a sus piruetas. Su pareja (el joven vestido de negro), permaneció en silencio, atendiéndonos. Cuando todo pareció haber sido dicho entre las dos mujeres rioplatenses, el muchacho, me pregunto en buen porteño (es decir, con ese inconfundible estilo de hablar de Buenos Aires) ¿Te animás a bailar como se baila de verdad? Y yo, que nunca he sido valiente pero tampoco me caracterizo por la cobardía, me dejé llevar a la pista de baile, de la mano del hombre de negro, que bien podría ser mi hijo. Silenciamos el comedor ya invadido por el ruido de los cubiertos en los platos que inundaba el ambiente, pues la gente había comenzando a cenar. Luego, la chica de rojo invitó nuevamente a bailar al presidente del congreso, y entre los cuatro, hicimos una demostración que el tango no necesita se "de exportación" para maravillar.
Esa noche me convertí casi en un mito entre mis colegas, por lo que debí tomar clases para salir de los cuatro o cinco pasos que sabía hasta ese momento. Desde entonces, siempre que tenga pareja, me piden que baile tango en las fiestas de los congresos. Porque en el tango, por más que deslumbre la bailarina por su ropa ajustada, falda corta, tajo hasta el límite de la decencia, medias negras y tacones, quién lleva la danza, es el caballero. Si el señor no sabe bailar, el resultado es un desastre. Además, claro, tiene que existir empatía en la pareja, porque el tango como danza es desborde absoluto de sensualidad, algo que no se logra con cualquiera. Fue en ese congreso de Málaga en el que comenzó mi acercamiento al tango como baile, porque en lo relacionado a las letras, desde mi adolescencia las canto y analizo.
Tuve, a mis dieciocho, un galán tanguero. El tipo, buen mozo a más no poder, empezaba a hacer sus primeras apariciones públicas como cantante, y lo acompañé a varias presentaciones en lugares sencillos de Montevideo. Ese noviazgo que nunca llegó a ser más que una estación en mi vida, me dejó marcada para siempre. El principiante se hizo famoso en el mundo, y esta servidora se dedicó a asuntos muy alejados de la música típica del Plata. Volví a verlo hace un par de años, de casualidad, en un centro comercial. Estaba con una chica que debía ser su hija, por lo que no me animé a acercarme a saludarlo. Y como tantas veces sucede, perdí para siempre la oportunidad de conversar con él. Pocos días después, la noticia de su prematura muerte me sorprendió. Nunca se me había muerto un ex novio, y le aseguro que el hecho generó en mí sentimientos sin comparación. Ya le había sucedido a mi amiga Adriana unos años antes, y ella me contaba emociones que recién pude comprender cuando me tocó vivirlo.
Lo que importa, más allá de estas anécdotas, es que desde la muerte de este hombre (cuya identidad mantendré en el anonimato) el tango ha dado vueltas en mi cabeza, esperando el momento de ser expresado con la palabra escrita, porque conversando, ya he desmenuzado el tema como en una clase de anatomía. Por razones imposibles de establecer, hace dos días comencé a escuchar tango. Uno me llevó a otro, llegando a enloquecer a todos en casa, porque, a pesar de usar auriculares, los he cantado. Cantar tango no es fácil, porque además de una voz grave, necesita pasión y vida, de lo contrario, no expresa nada. Es más, el tango, más que cantarse se actúa. Por eso, hay versiones de un mismo tango más flojas que otras. Y cantantes que no deberían cantar algunos tangos, mientras que son excelentes intérpretes de otros.
Hoy de mañana, comentando este asunto con mi cuñada (vía Messenger) me dijo, “Pero si hasta el discurso del Presidente es un tango de principio a fin” (refiriéndose al interminable de tres horas que dio el 2 de marzo, al cumplir dos años en el gobierno). Es que somos tango, porque el tango surge de nuestra idiosincrasia. Hay pueblos alegres y dicharacheros, pero el nuestro es gris y melancólico, como un tango.
Para finalizar esta entrega, antes de meterme de lleno en el tema, y para que entren en ambiente, haré un breve paseo por algunas letras que considero representativas del género. Porque el tango es especial y, fundamentalmente, triste. Tan triste y nostálgico que da asco. El bandoneón llora, afuera siempre es de noche o llueve, los hombres se desangran de amor inundados en alcohol, el cafetín está vacío, los amigos se fueron, la juventud no regresa, las mujeres son malas y abandonan a los tipos, la vieja se murió, el barrio nunca más será el mismo, se pierde la fe en la humanidad, el mundo fue y será una porquería...Los invito a recorrer sus desgarradoras letras a través de links. En algunos, la página que se les abrirá, a la derecha tiene una opción para escuchar mientras leen la letra (si les pide contraseña, cierren ventanas y abránlas de nuevo, o registrense que es gratis). No tienen desperdicio, para muestra, elegí de cada uno, los versos más sugestivos. Si necesitan traducir los términos “lunfardos”, el diccionario , también, es de acceso libre.
La última curda
Cerrame el ventanal
Una vez que la morocha vestida de rojo se retiró de escena, la seguí para preguntarle porqué bailaba así, haciendo creer a los demás que esas piruetas eran tango. Su respuesta fue contundente: Soy argentina, vine a España a hacer guita (dinero) ganarme el pan, y bailo el tango que se vende. Y después, me contó su historia, la misma repetida (con mínimas variaciones) de cada uno de los migrantes que esta América envía al mundo. La escuché con mucho respeto, aunque sostuve mi posición respecto a sus piruetas. Su pareja (el joven vestido de negro), permaneció en silencio, atendiéndonos. Cuando todo pareció haber sido dicho entre las dos mujeres rioplatenses, el muchacho, me pregunto en buen porteño (es decir, con ese inconfundible estilo de hablar de Buenos Aires) ¿Te animás a bailar como se baila de verdad? Y yo, que nunca he sido valiente pero tampoco me caracterizo por la cobardía, me dejé llevar a la pista de baile, de la mano del hombre de negro, que bien podría ser mi hijo. Silenciamos el comedor ya invadido por el ruido de los cubiertos en los platos que inundaba el ambiente, pues la gente había comenzando a cenar. Luego, la chica de rojo invitó nuevamente a bailar al presidente del congreso, y entre los cuatro, hicimos una demostración que el tango no necesita se "de exportación" para maravillar.
Esa noche me convertí casi en un mito entre mis colegas, por lo que debí tomar clases para salir de los cuatro o cinco pasos que sabía hasta ese momento. Desde entonces, siempre que tenga pareja, me piden que baile tango en las fiestas de los congresos. Porque en el tango, por más que deslumbre la bailarina por su ropa ajustada, falda corta, tajo hasta el límite de la decencia, medias negras y tacones, quién lleva la danza, es el caballero. Si el señor no sabe bailar, el resultado es un desastre. Además, claro, tiene que existir empatía en la pareja, porque el tango como danza es desborde absoluto de sensualidad, algo que no se logra con cualquiera. Fue en ese congreso de Málaga en el que comenzó mi acercamiento al tango como baile, porque en lo relacionado a las letras, desde mi adolescencia las canto y analizo.
Tuve, a mis dieciocho, un galán tanguero. El tipo, buen mozo a más no poder, empezaba a hacer sus primeras apariciones públicas como cantante, y lo acompañé a varias presentaciones en lugares sencillos de Montevideo. Ese noviazgo que nunca llegó a ser más que una estación en mi vida, me dejó marcada para siempre. El principiante se hizo famoso en el mundo, y esta servidora se dedicó a asuntos muy alejados de la música típica del Plata. Volví a verlo hace un par de años, de casualidad, en un centro comercial. Estaba con una chica que debía ser su hija, por lo que no me animé a acercarme a saludarlo. Y como tantas veces sucede, perdí para siempre la oportunidad de conversar con él. Pocos días después, la noticia de su prematura muerte me sorprendió. Nunca se me había muerto un ex novio, y le aseguro que el hecho generó en mí sentimientos sin comparación. Ya le había sucedido a mi amiga Adriana unos años antes, y ella me contaba emociones que recién pude comprender cuando me tocó vivirlo.
Lo que importa, más allá de estas anécdotas, es que desde la muerte de este hombre (cuya identidad mantendré en el anonimato) el tango ha dado vueltas en mi cabeza, esperando el momento de ser expresado con la palabra escrita, porque conversando, ya he desmenuzado el tema como en una clase de anatomía. Por razones imposibles de establecer, hace dos días comencé a escuchar tango. Uno me llevó a otro, llegando a enloquecer a todos en casa, porque, a pesar de usar auriculares, los he cantado. Cantar tango no es fácil, porque además de una voz grave, necesita pasión y vida, de lo contrario, no expresa nada. Es más, el tango, más que cantarse se actúa. Por eso, hay versiones de un mismo tango más flojas que otras. Y cantantes que no deberían cantar algunos tangos, mientras que son excelentes intérpretes de otros.
Hoy de mañana, comentando este asunto con mi cuñada (vía Messenger) me dijo, “Pero si hasta el discurso del Presidente es un tango de principio a fin” (refiriéndose al interminable de tres horas que dio el 2 de marzo, al cumplir dos años en el gobierno). Es que somos tango, porque el tango surge de nuestra idiosincrasia. Hay pueblos alegres y dicharacheros, pero el nuestro es gris y melancólico, como un tango.
Para finalizar esta entrega, antes de meterme de lleno en el tema, y para que entren en ambiente, haré un breve paseo por algunas letras que considero representativas del género. Porque el tango es especial y, fundamentalmente, triste. Tan triste y nostálgico que da asco. El bandoneón llora, afuera siempre es de noche o llueve, los hombres se desangran de amor inundados en alcohol, el cafetín está vacío, los amigos se fueron, la juventud no regresa, las mujeres son malas y abandonan a los tipos, la vieja se murió, el barrio nunca más será el mismo, se pierde la fe en la humanidad, el mundo fue y será una porquería...Los invito a recorrer sus desgarradoras letras a través de links. En algunos, la página que se les abrirá, a la derecha tiene una opción para escuchar mientras leen la letra (si les pide contraseña, cierren ventanas y abránlas de nuevo, o registrense que es gratis). No tienen desperdicio, para muestra, elegí de cada uno, los versos más sugestivos. Si necesitan traducir los términos “lunfardos”, el diccionario , también, es de acceso libre.
La última curda
Cerrame el ventanal
que quema el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido,
siempre gris,
tus labios apretados como el rencor,
tus manos dos palomas que sienten frío,
tus venas tienen sangre de bandoneón.
Tus tangos son criaturas abandonadas
que cruzan sobre el barro del callejón,
cuando todas las puertas están cerradas
y ladran los fantasmas de la canción.
Malena canta el tango con voz quebrada,
Malena tiene pena de bandoneón...
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor...
…tus veinte años temblando de cariño
bajo el beso que entonces te robé.
Nostalgias de las cosas que han pasado,
arena que la vida se llevó
pesadumbre de barrios que han cambiado
…Cómo olvidarte en esta queja,
cafetín de Buenos Aires,
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja...
En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas,
yo aprendí filosofía... dados... timba...
y la poesía cruel
de no pensar más en mí...
…Me diste en oro un puñado de amigos,
que son los mismos que alientan mis horas:
(José, el de la quimera...
Marcial, que aún cree y espera...
y el flaco Abel que se nos fue
pero aún me guía....).
Sobre tus mesas que nunca preguntan
lloré una tarde el primer desengaño,
nací a las penas,
bebí mis añosy me entregué sin luchar…
...En amores sólo tuve decepción,
regalé por no vender mi corazón,
hice versos olvidando
que la vida es sólo prosa dolorida
que va ahogando lo mejor
y abriendo heridas, ¡ay!, la vida.
Hoy me aterra este cansancio sin final,
hice trizas mi sonrisa de cristal,
cuando miro un barrileteme pregunto:
¿aquel purrete donde está?...
Naranjo en flor
...Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir
y, al fin, andar sin pensamientos.
Perfume de naranjo en flor,
promesas vanas de un amor
que se escaparon con el viento.
Después, ¿qué importa del después?...
A un semejante
...Si a vos te duele como a mí
la lluvia en el jardín y en una rosa.
Si te dan ganas de llorar,
a fuerza de vibrar,por cualquier cosa.
Decí qué hacemos vos y yo
qué cosa vos y yo sobre este mundo.
¡Buscando amor en un desierto
tan estéril y tan muerto
que no crece ya la flor!