jueves, julio 06, 2006

Todavía nos queda Italia (perdón,Cristina)


Hace varios días que quiero escribir sobre este tema, y lo hago ahora, madrugada del hemisferio sur, mientras espero que este blog se decida a cambiar de día (después sabrán la razón).
Nací rodeada de varones. Hermanos y primos, todos del sexo masculino. Además, vi la luz y crecí en un país en el que el deporte nacional (después de criticar y practicar la envidia) es el football. Me he tenido que tragar todos los campeonatos de aquí (hace años que son dos por año), las Copa América, las clasificatorias de los Mundiales, los Mundiales, los mundiales juveniles, el football alemán, el español, el italiano, puf! Para completar el panorama, como muchas veces mis hermanos y sus amigos necesitaban un jugador más, allá iba a yo a salvar el campeonato de los sábados de tarde, marcando con la punta y dejando hematomas en las pantorrillas y los tobillos de los demás. Era el precio que debían pagar los varones (y que yo cobraba en efectivo y con intereses de usura) para poder "armar" sus equipos.
Desde chiquita escucho hablar de "la gloria del football uruguayo". Que el Mundial del 30 (cuando se inauguró el Estadio Centenario, conmemorando los cien años de la Declaratoria de la Independencia). Que el Maracanazo del 50 (cuando los brasileros se quedaron sin festejo, y el "Negro Sosa", jugador uruguayo, al ver el Maracaná repleto de brasileros, dijo al resto de jugadores la célebre frase "Los de afuera son de palo"). Y después ya no le embocamos más. A veces cerca, generalmente lejos de los cuartos de final. Y esta vez, ni siquiera clasificamos. Nos ganó Australia, cuyo deporte por excelencia es el rugby! Si andaremos mal...
Como acá somos tres millones (toda la población, que conste) de directores técnicos, hay tantas opiniones del fracaso del football uruguayo como uruguayos. Mi opinión (si todos opinan yo no voy a ser la excepción) es que un país que anda mal en todo no puede andar bien en algo. Pero, por sobre todo, si vendemos a los buenos jugadores cuando tienen dieciocho años, nunca vamos a tener una (buena) selección nacional. Cuando los "pedimos prestados" para los partidos de la selección nacional, los muchachos andan en otra, pensando en los euros que ganan en el norte, cuidándose las piernitas para poder jugar allá al regresar, sin poder formar equipo porque se juntan el día previo al partido. Pero claro, plantear la posibilidad que no se vayan es una estupidez. Acá ganan tres pesos, allá miles de euros. Frente a esta realidad no hay nada que hacer, porque si que sería un disparate concretar alguna propuesta que anda en el aire desde hace tiempo, que es que se queden, pagándoses mucho dinero. Lo que nos faltaba, que les aumenten el salario mientras que maestros, médicos y profesores de la universidad trabajan prácticamente en forma honoraria.
La verdad es que el hecho que la selección de Uruguay no haya ido al mundial es sensato. Tenemos muchos defectos, pero al fin somos coherentes. Detesto el "pan y circo" de los romanos. No hubiera soportado, otra vez, un país "detenido" por cada partido de la selección. Por el único que me apena es por mi hijo, fanático perdido del football, que sufrió horrores cuando la selección no se clasificó.
Tal vez para solidarizarme con él, quizás porque me gusta el football, me he dedicado a mirar todos los partidos que no interferían con mi trabajo (y a escuchar los demás en la oficina, escondiendo el auricualar debajo de mi cabello). La diferencia horaria me dio una mano; el mundial pasado, allá en oriente, fue un sacrificio. En casa se despertaban a las cuatro de la mañana para ver los partidos. Hasta se suspendieron las clases en las escuelas y liceos los días que jugó Uruguay. De locos...
Como soy defensora de causas perdidas, mis favoritos fueron los débiles. A medida que iban perdiendo, apoyé a veces a los españoles (lo que se hereada no se roba) o a los latinoamericanos. En los cuartos de final alenté a Italia y a Portugal. Es que con los alemanes tengo un problema de piel. Muy organizados, muy trabajadores, muy unificadores de las "dos" Alemanias, pero también muy calladitos (cómplices, para que decir Gre Gre si debo decir Gregorio) con los crímenes del Nazismo. Y los franceses no me caen bien. Nacionalistas, engreídos por su Sorbonne y su mayo del 68; segregando a los negros de sus colonias, pero bien que son la inmensa mayoría de la selección.
Pero ayer perdió Portugal. No tuve más remedio que felicitar a mi amiga Cristina (la que se enamoró del actor de La sal de la vida, ¿recuerdan?) porque ella es medio francesa, y, además, una de sus hijas nació en París cuando en épocas negras de este país Francia la recibió con los brazos abiertos. Quedó super contenta. Y yo tranquila con mi conciencia porque sigo siendo una buena perdedora.
Sé que el football no es importante. Menos un campeonato mundial que mueve millones de dólares, mientras la gente sigue muriéndose de hambre, EUA sigue otorgándose el derecho de declararle la guerra a quién se le ocurra, el gobierno de mi país no resuelve los verdaderos y urgentes problema de mi gente. Pero estos días tengo ganas de olvidarme un poco de algunas cosas. Soy humana, por suerte.
La final será Francia -Italia. El domingo me instalaré a disfrutar un partido que será, sin duda, un partidazo. Por si no se lo imaginaban, alentaré a los tanos, a pesar de no tener un pelo de italiana. Que me perdone Cristina.