Hace varios días que no escribo. Es que no tengo tiempo. Entre el arquitecto que se está haciendo el listo pidiéndome informe tras informe (sin aumentarme el sueldo, obvio), la mitad del año que se nos acerca con los primeros balances (¿recién empezó el año y ya tengo que hacer balance? ¿Por qué no somos coherentes?) y el cansancio que me está invadiendo porque, aunque el 2006 en este país se inició con la llegada del último ciclista de la “semana criolla” (y retrasado veinticuatro horas debido al feriado del lunes 17 de abril) para mí han pasado exactamente cuatro meses y veintidós días del añito nuevo (por tanto, ya está madurito). Además, el frío que se vino de golpe (no entiendo porqué el clima no se mimetiza con nuestra geografía, así como lo hizo nuestra idiosincrasia: somos un país de paisaje y somos gente de carácter “suavemente ondulado”) ha cambiado mi vida. Primero, desalojar la ropa de verano definitivamente del placard y sustituirla por la de abrigo. Segundo, buscar las frazadas y los acolchados, ventilarlos para quitarles el olor a paradicloro después de cinco meses guardados en preciosas bolsas de nylon preservados de las polillitas y bichos afines. Tercero, limpiar la estufa a leña, comprar leña, limpiar las estufas a gas, comprar nuevas garrafas, y, sobre todo, pensar, romperme los sesos para decidir cómo calentaré la casa sin usar los radiadores eléctricos que compré hace unos años con la campaña “use todo eléctrico” y que ahora no podré porque vivimos la sequía más grave de los últimos cien años, y estamos en plena restricción de uso de energía eléctrica, y ya vendrán los apagones, lo verán. Cuarto, empezar la dieta, porque con los cuatro graditos de temperatura se me dio por comer de más estos cuatro días de “debut” del frío. Digo “comer”, todo repleto de calorías, muchas calorías.
Esto último (mujer, dijo la partera) fue motivo de preocupación a lo largo del día de hoy, cuando quise ponerme una falda que usé el jueves pasado (sí, hace apenas cuatro días) ¡y ya no me cerraba! Es hora de comenzar una vida sana, Laurita, me dije, antes de tirarme, hecha un mar de lágrimas, en la cama, o salir en búsqueda de un psicólogo de guardia (hoy también es feriado, así nunca vamos a salir de estar “en vías de desarrollo”, y quedaremos para siempre “en la vía”).
Dudé entre la dieta “shock” (alambrarme la boca), la de Scardale, la de los “Gordos Anónimos” (más elegantemente conocida como ALCO o del Dr. Cormillot), la de la sopa, de la luna, del arroz…Deshojé la margarita con inscribirme en un grupo de pilates (lo mas en onda que hay acá), en comprarme el set de oferta “Regala a mamá ser C Fullop", pedirle a Julia prestada la bicicleta fija, salir a correr a medianoche.
Hasta que llegó mi amigo Raúl. Raúl es de esas personas que aparecen en el momento indicado con las soluciones precisas. Mientras se bebía un whisky, me escuchó atentamente. Luego, me dijo que me enviaría un mensaje de correo electrónico con la respuesta a mi encrucijada existencial. Y se fue, soplándome un beso, recomendándome leer el mensaje antes de tomar ninguna decisión acerca de cómo encarar una nueva vida, una vida sana.
A los veinte minutos, estaba su mensaje en mi “bandeja de entrada”. Lo transcribo textualmente, solamente cambié un par de palabras que pueden herir la sensibilidad del lector. No tiene desperdicios. Cuando completen la lectura, les contaré mis conclusiones.
Dicen que todos los días hay que comer manzana por el hierro y una banana, por el potasio. Y también una naranja, para la vitamina C. Y una taza de té verde sin azúcar, para prevenir la diabetes.
Todos los días hay que tomarse dos litros de agua. (Sí, y orinarlos, que lleva como el doble del tiempo que llevó tomárselos).
Todos los días hay que beberse un Actimel o un Yakult para tener \"L.Cassei Defensis\", que nadie sabe qué carajo es, pero parece que si no te mandas un millón y medio todos los días, entras a ver a la gente como borrosa.
Cada día una aspirina, para prevenir los infartos. Y un vaso de vino tinto y una medida de whisky para lo mismo; Y otro de blanco, para el sistema nervioso; Y uno de cerveza, que ya no me acuerdo para qué era. Si te lo tomas todo junto, por más que te dé un derrame cerebral ahí mismo, probablemente ni te enteres.
Todos los días hay que comer fibra, mucha, muchísima fibra, hasta que logres defecar un pulóver.
Hay que hacer entre cuatro y seis comidas diarias, livianas, sin olvidarte de masticar cien veces cada bocado. Haciendo el cálculo, sólo en comer se te van cinco horitas.
Hay que hacer entre cuatro y seis comidas diarias, livianas, sin olvidarte de masticar cien veces cada bocado. Haciendo el cálculo, sólo en comer se te van cinco horitas.
Ah, y lavarte los dientes después...Después de cada comida hay que lavarse los dientes, o sea: después del Actimel los dientes, después de la manzana los dientes, después de la banana los dientes... y así; mientras tengas dientes. Y pasarte hilo dental, masajeador de encías, buche con Plax...Mejor amplía el baño y mete el equipo de música, porque entre el agua, la fibra y los dientes, te vas a pasar varias horas por día ahí adentro.
Hay que dormir ocho horas y trabajar otras ocho, más las cinco que empleamos en comer, veintiuno. Te quedan tres, siempre que no te agarre algún inspector detransito, para pedirte los papeles.
Según las estadísticas, vemos tres horas diarias de televisión. Bueno, ya no puedes: todos los días hay que caminar por lo menos media hora (Dato por experiencia: a los 15 minutos pega la vuelta, si no la media hora se te hace una).
Y hay que cuidar las amistades porque son como una planta: hay que regarlas a diario. Y cuando te vas de vacaciones también, supongo. Además, hay que estar bien informado, así que hay que leer por lo menos dos diarios, para contrastar la información.
Ah!, hay que tener sexo todos los días, pero sin caer en la rutina: hay que ser innovador, creativo, renovar la seducción. Eso lleva su tiempo. ¡Y ni qué hablar si es sexo tántrico!! (Al respecto te recuerdo: ¡después de cada comida hay que cepillarse los dientes!)
También hay que hacerse tiempo para barrer, lavar la ropa, los platos. Y no te digo si tienes perro o mascota...
¿Hijos? A esta altura puedes ir considerando el suicidio como opción válida.
En fin: a mí la cuenta me da unas 29 horas diarias. La única posibilidad que se me ocurre es hacer varias de estas cosas a la vez. Por ejemplo: te das una ducha con agua fría y con la boca abierta, así, simultáneamente bebes agua, salís del baño con el cepillo de dientes en la boca y le vas haciendo el amor (tántrico), de parado, a tu pareja, que de paso mira la TV y te cuenta la información, mientras vos barres con una escoba metida…ya imagínate dónde. ¿Te quedó una mano libre? Llama a tus amigos. ¡Y a tus padres!! Tomate el vino (después de llamar a tus padres te va a hacer falta). El Bio Puritas con la manzana te lo puede dar tu pareja mientras se come la banana con el Actimel, y mañana cambian.
Y menos mal que ya crecimos, porque si no nos tendríamos que clavar un Danonino Extra Calcio todos los días. ¡Úuuuf!
Si te quedan cino minutos, envíale esto a algún amigo, mientras disfrutas de una cucharadita de Total Magnesiano, ¡que hace de bien!...
Y ahora te dejo porque entre el yogur Activia, el medio pomelo, la cerveza, el primer litro de agua y la tercer comida con fibra del día, ya no sé qué, pero me estoy haciendo, así que necesito un baño urgente.
Ah, ya que está, aprovecho y me llevo el cepillo de dientes....
Conclusiones:
He preparado para la cena una buena cazuela de lentejas, con mucha panceta y chorizo. Será acompañada por una botella de vino tinto. De postre, panqueques (crêpes, para los finos) de manzana y caramelo, tibiecitos, con helado de crema. Con el dinero que me ahorraré en yogures y en la ampliación del baño, compraré lencería francesa, porque, por supuesto, el tiempo que no dedicaré a hacer ejercicio físico “tradicional” (correr) o “innovador” (pilates), ni a planificar ningún tipo de dieta hipo calórica, lo dispondré en buscar un nuevo amante. Y por favor, que mis amigas no se horroricen (sobre todo una que yo sé). Y chicos, no se anoten (mas vale loco por conocer que cuerdo conocido, como canta Serrat). Por si aún no lo aprendieron, dos es mejor que uno. Y dos es más que el doble de uno, en estos casos. Porque, entre que no se entere “aquel” y el estrés de las corridas, no sé si adelgazaré, pero seguro, seguro, que estaré más contenta, y me habré olvidado, por un tiempo, de la falda que no me cierra.