A veces se queda callada, otras conversa muchísimo, pero siempre irradiando frescura, que la rodea y la acompaña como si fuese su aurea. Preserva su interior como una fortaleza, entregando su riqueza únicamente a quién le demuestre fidelidad. Quién no la conoce cree que es dura, pero detrás de sus defensas hay una mujer exquisita, buena y leal, y frágil como un cristal.
Es derecha como pocos, y nunca se vende por nada. Prefiere el perfil bajo a llamar la atención. Pero cuando se entera de una injusticia, se indigna tanto que el enfando no se hace esperar, y se le nota aunque no pronuncie palabra. Su mirada es, sin duda alguna, la ventana de su alma. Todo lo dice con sus ojos. La he visto triste y feliz, pero nunca vencida. Pelea contra las adversidades como una leona, aunque sabe retirarse a tiempo si el enemigo no vale la pena. Le ha tocado batallar sola contra todo tipo de tempestades, y está en su naturaleza no perder la entereza ni la nobleza. Muchas veces he pensado que la vida ha sido muy injusta con ella, poniéndola a prueba una y cien veces en muy poco tiempo, dándole apenas, breves treguas. Es de esa clase de mujeres que merecen ser felices. Y así estaba cuando quedó embarazada. Por fin, estaba cosechando.
Sin embargo, desde hace unos días, como una burla del destino, una serie de errores humanos la condujeron a un centro de tratamiento intensivo después de dar a luz a una beba prematura. Desde el domingo pelea su más difícil batalla, recuperarse para disfrutar esa hija tan deseada y tan amada desde antes de ser concebida. Dicen que está en coma, pero, sin duda, dando todo de sí para volver a abrazar a su niña que ya conoce su olor y la necesita.
Donde sea que estés, Sandra, no te entregues. Vale la pena ganarle a esta cruel adversidad. Aquí, te espera la vida repleta de colores, perfumes, estrellas, caracoles, melodías, sueños y esperanzas. Te ganaste el derecho de beberte la belleza de un sorbo, tú lo sabes. Te pido, por favor, no lo olvides.