Bueno, hoy se terminó el paseo y el descanso. Anoche llegué a Denver y después de una odisea, llegué al hotel. Éste fue elegido por precio, y solamente por eso. Y es una prueba más de porqué los ricos nunca quieren dejar de serlo. El Best Western Central Denver debe ser una construcción de la década del 50. Y ahí se quedó. Cuando subí al piso donde está mi habitación me pareció como si todo estuviese congelado en el tiempo. Me recordó el estilo arquitectónico y el estado de La Habana. Pero la habitación es espaciosa, bien amueblada y con un enorme ventanal que me regala las montañas y, hacia abajo, una inmesa piscina ovalada que me invitó esta mañana a tirarme desde acá derechito a ella. No lo hice claro. Y no porque no me tenga fe como nadadora (fui campeona de saltos ornamentales, para quién aún no lo sepa), sino porque ya me había el cabello y el cloro, como es vox populi, reseca el bello cabello con que salí favorecida en el reparto genético.
Lo único anacrónico de la habitación es el teléfono, supongo que debe tener unos treinta años. Sin embargo, la habitación tiene conexión a internet. Mundo de contrarios, este.
Hoy temprano ya estaba trabajando. Increíble, agracieron mi aporte en la primera reunión. Lo que hago a diario, y que el arquitecto jamás reconoce (es más, se encarga de desmerecer y despreciar), aquí fue aplaudido. No puedo dejar de pensar en que en mi país sobro.
He visto poco de Denver, apenas he caminado por la 16th street (el paseo de compras), peatonal y donde circula, en ambos sentidos, un autobus gratuito y con gas, lo último para no estropear más es ya estropeado medio ambiente. La gente en las terrazas de los cafés y restaurantes, bebiendo cerveza o comiendo, los músicos en las esquinas, los jóvenes inundándolo todo con sus vestimentas, sus cortes de cabello y sus risas.
De regreso al hotel (al atardecer) tomé fotografías en la 16th street, dos de las cuales aparecen aquí (aún no he aprendido bien como colocarlas). La iglesia reflejada en los cristales me trajo a la memoria la catedral San Estevan de Viena, reflejada en un edificio super moderno (cuyo nombre no recuerdo).
La ceremonia de apertura del mundial de football de Alemania pasó totalmente desapercibida. Me enteré que Alemania le ganó a Costa Rica pues me lo dijo un senegalés que le cambió la pila a mi reloj. Acá todo gira alrededor del baseball (pasé por el estadio-impresionante- y había partido que ahora transmiten en la tele (del mismo campeonato en el que el cuadro de Ole Miss viene ganando el "regional"), al basquet y al football americano.
Mañana sigo trabajando a partir de las ocho. Hace mucho calor pero el aire acondicionado de la sala de reuniones me hace olvidar la temperatura exterior. Ojalá la amnesia se extienda hacia las penurias laborales que sufro en ese rincón del mundo que me vio nacer, y donde, aún, está mi hogar.