miércoles, julio 09, 2008

La carretera. La genialidad de convertir el gris en verde


El libro me esperaba junto a otros, en esa columna que suelo construir poco a poco, en ciertos períodos inciertos de mi vida, sobre mi mesa de noche. Se encontraba en tercer o cuarto lugar de la lista. Lo miraba de reojo, siempre, antes de dormir. No me seducía en absoluto, pese a la recomendación de Julio que me vende libros desde hace tanto tiempo y me conoce demasiado, que sin temor a equivocarme lo considero un amigo.

Pero el hecho que Kafkaprocesado (que de un tiempo a esta parte dice llamarse Miguel Sanfeliu), autor de Cierta Distancia, uno de mis blogs favoritos, publicara un comentario sobre el libro en cuestión, hizo que una vez que terminara con mi querido Murakami (Sauce ciego, mujer dormida), me concediera solamente una tarde de tregua (todos los libros que me atraen me exigen un respiro), y el lunes decidí abrir La carretera de Cormac Mc Carthy. Me lo leí prácticamente en tres tirones por la única razón que no tuve otro remedio que ir a trabajar y dormir.

El comentario, debo confesar, no lo leí en su totalidad porque siempre trato que las críticas no me predispongan. Primero el libro, me dije, luego, con la atención que el autor de Cierta Distancia se merece, la lectura pausada de su análisis.

Me alcanzó la primera página del libro para agradecerle a Julio y a Kafkaprocesado. Luego del punto final, cumplí con mi promesa, y a partir de breves anotaciones que fui realizando a lo largo de la lectura, escribí mi comentario en su blog que, palabra más, palabra menos, transcribo aquí.

Asusta. Da miedo. Hiere. Angustia. Pero magnetiza.

Tal como escribió Kafkaprocesado, La carretera es la vida misma. Seguir a pesar de todo, porque todos tenemos la necesidad de alimentar una esperanza o acariciar un sueño aún sin tener el sustento de certeza alguna.

La esperanza, esencia del ser humano.

La esperanza, el niño. La esperanza, lo que nos mueve.

Llegar al sur, objetivo de un viaje que no es sino el símbolo de vivir.

"Sabía que estaba alimentando esperanzas sin que hubiera motivos para ello. Confiaba en que se aclararía pese a que el mundo parecía volverse más oscuro por momentos".
El sur, más que el fin parece ser el medio, o la excusa, para enseñarle valores al hijo, y que aún, en el más desolado de los mundos, encontrarán gente buena.

La contradicción permanente de ese padre alerta a todo posible peligro, y de ese niño que actúa con más temor que su padre, pero que, sin embargo, siente compasión por otros humanos solos y desvalidos con quienes se cruzan a lo largo del camino. Niño que cuestiona a su padre, enfrentándolo a la incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Niño que castiga a su padre con el silencio, pero que confía en él.

Ese niño que no sorprende al lector al decidir "hacer la prueba".

La confusión, casi en el final , acerca de quién es el padre y quién el hijo. ¿No es así la vida? ("...No puedo llevar a mi hijo muerto en brazos...")

La novela es, mientras se la lee, gris hasta la naúsea. Sin embargo, una vez finalizada, ese color desaparece, convirtiéndose en verde o en azul. El genio de Mc Carthy lo logra. Como lo hace la vida misma, transformando (casi siempre) en recuerdo la desolación sufrida a lo largo de cada desierto que a los seres humanos nos toca atravesar. Gris en verde o azul. Muerte en vida. Oscuridad en luz.

Hacía mucho tiempo que no me enfrentaba a una novela como ésta. Desgarradora en la lucha por sobrevivir, pero con la esperanza como guía. Magistralmente escrita, a pesar que no faltan los que dicen que este excelente narrador de lo más crudo de todas las realidades posibles, empaña la novela con su desenlace (como si no pudiese existir la luz al final de las tinieblas).

Cuatro observaciones. La primera, el estilo literario: frases cortas, en las que casi no existen las comas, hace más ágil la lectura de esta novela que otras del mismo autor, y que me recuerda al utilizado por otros pocos genios de la narrativa. La segunda, un mundo masculino, donde casi no aparecen mujeres. Recuerdo cuatro: la madre del niño que no pudo soportar al mundo, una embarazada que andaba por la carretera, la que abrazaba a un hombre en una habitación, y la que se menciona al final (¿El varón como el gran destructor, al tiempo que sobrevive por su naturaleza despiadada?). La tercera, solamente cuatro niños aparecen: el hijo, el que únicamente ve el hijo en un pueblo, y los dos mencionados al final. La última, el sur ¿no está relacionado con escapar del desastre que han hecho los poderosos del norte con el mundo, empezando con el propio (a la cabeza de la devastación los norteamericanos)? El sur ¿ no es el regreso a la infancia, ya que la niñez y la adolescencia del escritor transcurrieron en (Knoxville, Tennessee), presente en las descripciones de las grandes mansiones, en las viviendas rurales, y el río, ese compañero permanente en la novela, y con sitio elegido para vivir por el novelista, cada vez más lejos del norte del norte (El Paso, Nuevo México)?

"Cuando sueñes con un mundo que nunca existió o con un mundo que nunca existirá y estés contento otra vez entonces te habrás rendido. ¿Lo entiendes? Y no puedes rendirte. Yo no lo permitiré". Le dice el padre al hijo.